Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Marcos 8:34-36
Antes de que sigas leyendo te voy a pedir un favor y es que tomes unos minutos y piensa en el sacrificio que hizo Cristo por ti en la cruz del calvario, piensa en aquella primera vez cuando miraste a su cruz y pediste perdón por tus pecados, en aquella ocasión cuando las lágrimas corrían por tus mejillas y entre quejidos y sollozos dabas gracias a Dios por su amor y le prometías que vivirías para él.
Ahora que ya has pensado y meditado en esto me gustaría hacerte algunas preguntas y te pido que por favor seas sincero contigo mismo.
- ¿Cuándo fue la última vez que pásate tiempo de intimidad en la presencia de Dios?
- ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un buen tiempo leyendo su palabra?
- ¿Cuándo fue la última vez que sentiste la presencia del Espíritu Santo consolando y guiando tu vida?
- ¿Qué tanto te duele cuando le fallas a Dios?
- ¿A qué dedicas más tiempo, a las cosas espirituales o a las de la carne?
- Si luego de hacerte estas preguntas, reconoces que has deja tu primer amor, lo que leerás a continuación es para ti.
A lo largo de nuestro caminar como cristianos llegan momento en que los afanes y compromiso de la vida nos llevan a descuidar nuestras relación con Dios al punto que sin darnos cuenta estamos a kilómetros de su voluntad y su presencia, donde ser cristiano se convierte en moda y no un estilo de vida que modela a Cristo y su carácter, donde mis planes, sueños y metas son mas importante que hacer la voluntad de Dios, donde se vuelve más fácil servir en la iglesia que derramarle nuestras vidas completamente a Jesús y lo peor de todo esto es que en muchas ocasiones nos convertimos en perfectos hipócritas fingiendo ser lo que ya no somos, vamos a la iglesia abrimos nuestras bocas para cantar “alabanzas a Dios” la misma boca que utilizamos para murmurar a nuestros hermanos, levantamos nuestras manos en señal de “adoración” las mismas mano que utilizamos para hacer clip en páginas ilícitas, ya no sentimos el peso de nuestra cruz por que la hemos acomodado a nuestra conveniencia.
“Nada podrá separarte del amor de Dios.”
Pero, ¿sabes algo? A pesar de todo esto Dios te sigue amando, y una prueba de eso es que tú estás leyendo esto en este momento, el amor de Dios no se limita a nuestros pecados. ¿Sabes? Desde antes de Adán y Eva caer, Dios ya tenía un plan para restaurarlos, así que no es casualidad que este leyendo esto, más bien míralo como un plan de Dios para restaurar tu vida. No importa lo lejos que te sientas de Dios, en este momento Él está tan cerca como para escuchar una oración de arrepentimiento. Nada podrá separarte del amor de Dios. (Rom 8:38-39) Estas a tiempo de retornar tu mirada y tu vida a la cruz de Cristo, a ese amor derramado en gotas de sangre, solo tienes reconocer que has fallado, porque “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” 1 Juan 1:9
Hay tres cosas que te mantendrán firme en la decisión que tomas en este momento.
- Tienes que negarte a ti mismo: Negarnos a nosotros mismos es dejar de hacer lo que queremos o sentimos hacer, para comenzar a hacer lo que Dios quiere que hagamos.
- Tienes que tomar tu cruz: Cristo tomo la cruz y murió allí por nuestros pecados, el deseo de Él para con nosotros es que cada día tomemos la cruz, en otras palabras que cada día tomemos la decisión de morir a nuestros pecados.
- Seguir a Cristo: Significa que Él se ha convertido en todo para nosotros, seguir a Jesús significa esforzarse por ser como Él cada día de nuestras vidas.
